quarta-feira, novembro 12, 2008

«Le dijo que soy un perseguidor de vidas ajenas, una especie de ocioso detective, un cuentista. Le dijo que vivo fuera de mí. Le explico que me gusta mucho el aire libre así como tener los ojos bien abiertos. Le cuento que sigo a la gente para indagar cosas acerca de ella, cosas que luego introduzco en mis cuentos. Coloca sobre mi hombro una mano inmensa y amenazante y me pregunta cómo se llama el cuento en el que estoy trabajando. Le digo lo primero que se me ocurre: Yo vendo unos ojos negros. Me mira con absoluto recelo, y luego me dice que él no quiere ser el personaje de ningún cuento. Me muestra su puño y me asegura que es más grande que el de Cassius Clay. No, no, y no, creo que dice. No quiero salir en ese cuento. Le digo que estoy muy fatigado, que he decidido no incluirle en el cuento y que, por favor, deje seguir su camino a un pobre hombre cansado. Sorprendentemente, su rosto pierde toda ferocidad. La palabra cansado parece haber obrado el milagro. »

Enrique Vila-Matas, «La hora de los cansados» in Recuerdos inventados, Primera antología personal, Compactos Anagrama , pág. 99

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